Un hostal donde huele a hogar. A amabilidad y a trato familiar. Este pequeño alojamiento ha logrado un reconocido espacio en la oferta turística de la ciudad. Prueba de ello es que sus clientes siempre repiten.
“Encarna llegó liada en una toquilla y yo nací aquí. Desde entonces no nos hemos movido del hostal”. No es de extrañar que las hermanas Ogea, Marisa y Encarna, sientan el Costa Azul como su propia casa. Heredaron de sus padres un alojamiento ubicado en un edificio de más de 200 años sin calefacción, ni baños ni lavandería. En aquellos años las posadas no se parecían en nada a los actuales hoteles.
Pero ahora, más de cuarenta años después de la apertura del Costa Azul, Marisa y Encarna han logrado convertirlo en el único hostal de España con la Q de Calidad y dos certificaciones ISO de calidad y medioambiente. Lo que no ha cambiado es el ambiente familiar del negocio.
“Mis abuelos ya eran dueños de una fonda, así que llevamos la hostelería en las venas. Hemos aprendido a tratar a los clientes con honestidad y hacer que se sientan como en casa”, explica Marisa. Las dos hermanas tuvieron siempre claro que trabajarían en el hostal, una decisión que tuvieron que tomar definitivamente tras la muerte de su padre. “Me acordé mucho de él cuando nos entregaron la Q de Calidad hace una semana en Madrid”, recuerda emocionada.
El camino, sin embargo, no ha sido fácil. Pero han contado con el apoyo de toda su familia, que ha hecho ‘piña’ ante las adversidades. El año pasado terminaron una reforma integral del alojamiento que, además de equipararlo a cualquier buen hotel de la ciudad, les ha costado más de un disgusto. Las obras, reza el dicho popular, se saben cuándo empiezan pero no cuándo terminan. Lo bueno es que todas las mejoras que han introducido en el hostal servirán para fidelizar aún más a sus clientes. Porque en el Costa Azul casi todo el mundo repite.
“Tenemos mucha clientela fija, tanto española como internacional. Varias universidades extranjeras nos mandan a sus grupos de estudiantes desde hace años, así que lo estaremos haciendo bien”, bromea Marisa. La verdad es que estas dos hermanas desbordan pasión por su trabajo, una pasión que también han heredado sus hijos. No sería extraño que en un futuro se dediquen también a este negocio, con lo que conformarían la cuarta generación familiar relacionada con este sector. Por ahora, ya tienen mucho aprendido, porque, como dice Marisa, “ésta es la mejor escuela de hostelería del mundo”.
Fuente: La opinión de Granada
Deja tu comentario